domingo, 31 de mayo de 2009



Cada momento y cada espacio de nuestra vida se encuentra en la tierra. ¿Qué haríamos sin ella? Nada… Porque no estaríamos vivos, no respiraríamos el aire que llena nuestros pulmones, no podríamos sentir lo que ahora sentimos.

El hombre desesperado

Me aburre la rutina, el trabajo y la familia… pero, ¿Por qué digo familia, si no la tengo? Tampoco he encontrado una buena mujer. A todas les gusta el dinero, piden y piden y nunca dan. Mi madre y mi padre ya no viven y me dejaron la responsabilidad de la empresa de zapatos en la capital. El presidente de una compañía a los 24 años… ¿no será mucho?

Todo es mi culpa, todo… no sé escoger lo que realmente es bueno para mi, tampoco como lidiar con mi desesperada vida. Sin sol, sin luz, sin esperanzas y por sobre todo, sin amor.

¿Cómo buscar el amor de tu vida? Ojala hubieran antenitas para saber cual de todas las mujeres que pasan a tu alrededor es la indicada. Muy fantasioso e imposible. ¿Cómo pienso así? Me gusta entretenerme con
mujeres, tomando con amigos, ha acercarse a los socios… Pero aún pienso que mi vida está vacía, muy vacía. Sentí el caminar de dos pares de tacos dentro de mi oficina.

-Buenos días jefe. Ella será su nueva secretaria.- ¿Secretaria? ¡¿Qué me importa una secretaría?! La anterior me robó y está también lo hará como todas. Escuché su voz decir “Buenos días señor Quiroga” ¿Buenos días señor Quiroga? Broma… nunca en mi desagraciada vida había escuchado una voz tan segura, dulce y maternal. Giré la silla empujando delicadamente con los pies para ver a la “secretaria”.

-Buenos días señorita… ¿Cuál es su nombre?-

-Sara Ortiz.- Sara… Le pedí a la jefa de secretaría que se retirara del enorme salón, aunque eso no me importaba. Me importa la mujer que está al frente de mí. Tan hermosa y delicada, cabellos rojizos y ondulado y su color verde en el profundo iris de sus ojos. Vaya… hundido en el infierno y primera vez que veo a una mujer tan hermosa, a una mujer que me hace sentir tan nervioso. Creo que estoy perdiendo completamente mi masculinidad. Aunque su mirada de ángel no tenía comparación, ¿me habré enamorado de un ángel?

-Bien, entonces adelante. Comience a trabajar.-

-Si señor. ¿Desea algo?-

-Sí, un café por favor. Bien cargado y con 2 cuchaditas de azúcar- Como me gustaría pedirle miles de cafés para admirar su belleza una y otra vez. Aquí, encerrado en un enorme edificio de cincuenta y cinco pisos, es muy agradable ver a un ángel pelirrojo. Aún estaba pegado como idiota mirando la puerta para verla llegar. Cuando entró con el café y una carpeta, observé más su caminar.

Delicada al pisar y sus pasos cortos para llegar hasta a mí. Más observé como estaba vestida… como cualquier secretaria. Una falda apretada de color negra y que llegaba hasta un poco menos que la rodilla, una blusa rosada que hacía su cabello rojizo resaltar. La blusa era tapada por un vestón muy apretado. Como admiraba su sonrisa que radiaba la luz a mi monótona vida. Como admiraba su cuerpo delgado, delicado y sus pequeños pechos. Sus ojos verdes, hacía que mi corazón palpitara ¿A esto se le llama amor? Durante aquellos minutos, sus ojos verdes y mis ojos marrones se cruzaban. Hasta escuchar su melodiosa voz.

-Tome señor Quiroga.- Dejó con su delicada y blanca manos el café que le había pedido, con la otra me entregó una carpeta. Lleno de trabajo pero, deseaba escuchar su voz una y otra vez.

-¿Podrías decirme Esteban?- Miré su rostro ruborizado por mis simples palabras. Con la voz de ángel que tanto deseaba oír, me hacía estremecerme hasta lo más hondo, ella dijo mí nombre al darme la espalda.

-Permiso señor Esteban.- Se marchaba, no quería que su fino pie pasara por mí enorme oficina.

Nunca he sentido nada igual. Cuanto me dolió a que ella pasara el umbral de la puerta y la cerrara. Como me hacía sentir cuando me miró a los ojos con sus ojos que parecían a la esmeralda. Y al hacerlo, me hacía sentir que mi corazón explotara. En ese momento, cuando me dejó solo entre las paredes… junto a mí
escritorio, con mis papeles, detrás de una bella vista… mi corazón supo, que mi vida no es despreciable, él me dijo que conoció el amor.

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